Poco se sabe (y mucho se ha dicho) hasta ahora del joven poeta siciliano Severino Mariani. Diríase que es debido a la casi nula información fidedigna que existe sobre su persona. Su nombre, ocupación y lugar de nacimiento han sido certificados por última vez en la Jefatura de Policía de Agrigento, cuando debió comparecer ante el juez a causa de una pesquisa realizada los días previos en su vecindario. Descrito por los oficiales como pelle e ossa, su identificación sería poco clara. Según consta en uno de los anexos de la declaración, el joven no poseía documentación legal al momento de la detención. Como si fuera poco, la inscripción de su nombre en la hoja de papel resulta borrosa y, por ende, ilegible en su completitud. No ha habido perito que dé con una respuesta definitiva respecto de la correcta grafía de su nombre y apellido. Eso, siempre y cuando el nombre tal como figuraba allí no fuera uno de los tantos escamoteos del poeta. Una de las hipótesis difundidas fue la de su fanática idolatría por el anarquista Severino di Giovani, exiliado a América del Sur a principios del siglo pasado. Aun así, no podemos establecer un vínculo directo entre la identificación del joven poeta con un personaje anarquista del siglo pasado y el acto presuntamente delictivo que penosamente desembocó en su detención.
Si bien no colegimos con el tan desviado y perturbado tratamiento de los eventos en que han incurrido los principales medios de comunicación, sí emplearemos el nombre tal y como ellos se han encargado de hacer circular por cuanto portal de noticias se hallara dentro de su alcance.
Nuestra principal motivación es acercarnos a un esclarecimiento de la identidad del joven poeta e, incluso, si es posible, de su personalidad más íntima. No vacilaremos en incinerar todos los archivos reunidos, si viéramos que hemos tendido a una posición de tipo amarillista. Ya se han publicado demasiadas supuestas entrevistas realizadas a quienes trataron con el poeta, para que luego se confirmara que muchos de los testimonios eran falsos, producto de las maliciosas elucubraciones de uno u otro productor de TV. Para lograr el cometido, nos hemos restringido a tan sólo una fuente de conocimiento de la que hasta ahora nadie ha oído hablar: un manuscrito elaborado por el autor, lo que no constituirá un asombro menor.
Dicho manuscrito consta de seis o siete reversiones o reescrituras de un mismo tema o argumento: un vínculo amoroso o romántico fallido, según parece, con una compañera de facultad del joven poeta Severino Mariani. Sólo dos grupos de folios estaban fechados. Para identificar al resto de las páginas sin notación, y así poder establecer un orden cronológico, hemos contado con la inestimable asistencia de un doctor en paleografía, un querido amigo que creyó conveniente no dejar constancia de su propio nombre.
El manuscrito en cuestión nos fue confiado por la casera de la pensión de estudiantes donde Mariani se alojaba. Extenuada a causa de las infinitas visitas de tantos reporteros, eligió legárnoslo, con la condición de que la dejáramos trabajar. La mujer hablaba unas palabras en español o por lo menos comprendía. Le comenté de dónde veníamos y enseguida pareció alegrarse muchísimo. Nos confió que tiene parientes en Buenos Aires y en Córdoba, Argentina. Creemos que fue esta coincidencia lo que hizo que nos eligiera a nosotros, nada más y nada menos. Según su testimonio, mientras pasaba el plumero al cuarto del joven recientemente apresado, había hallado un bloc de hojas bajo el colchón del aposento del poeta. No nos consta que su búsqueda haya sido tan desmotivada, ni su hallazgo tan desprovisto de asombro. Aun así, no podemos dejar de reconocer el gesto que tuvo hacia este simple cronista, un forastero a sus ojos, al fin y al cabo.
El manuscrito presenta seis variaciones, todas igualmente encabezadas bajo el título: "La notte scorsa ho sognato che qualcuno mi amava". Se trata de una cita de la obra musical del grupo británico The Smiths, “Last night I dreamt that somebody loved me”, que el poeta se encargó de traducir personalmente y casi literalmente, palabra por palabra. Creemos que, conservar el título en cada una de las reversiones, tal vez fuera la forma del poeta de comprometerse con sus dos manías u obsesiones: el amor y los sueños, que se mantienen a través de las más variadas decisiones estéticas y estilísticas halladas en sus diferentes manuscritos. Aunque no descartamos que haya sucedido de forma inversa.
Entre la primera versión y la que, aseveramos, es la última, por lo menos del total que tenemos en nuestras manos, no han transcurrido más de seis meses. Hemos decidido agruparlas del siguiente modo: la #1 y la #2 como un primer grupo; la #3 y #4 como el segundo; la #6 y la #7 por otro. La #5 parece tomar un rumbo incierto, de cuya dirección el autor parece arrepentirse, puesto que no la desarrolla ni construye nada más a partir de la misma, y decide volver tras sus pasos hasta la versión #4, para realizar una progresión desde allí. Así que le dedicaremos un análisis especial y por separado.
En la primera versión encontramos el argumento principal tal como va a mantenerse hasta el fin, el cual puede resumirse de forma breve y sencilla: un estudiante se enamora de una compañera, inician una relación, pero ella termina eligiendo a alguien más. El principal actor va a sufrir algunas modificaciones de carácter muy importantes que definirán el sentido que Mariani pretendía darle a su cuento, de acuerdo a sus estados de ánimo cambiantes. A su vez, no podemos pasar por alto la implicancia que pudo tener esta falta de determinación en la decisión final de su autor, que terminó por exceder los límites literarios. Causa y consecuencia, realidad y ficción parecen retroalimentarse entre sí, confundiéndose, perdiéndose en el infinito, en un juego de luces y sombras.
Tanto la primera como la segunda versión, empiezan del mismo modo, mencionando un supuesto libro que el personaje principal le habría obsequiado a su amada:
El libro que le obsequié lo había escrito antes de conocerla. Si nos hubiéramos conocido antes, jamás habría escrito tantas cursilerías.
En la segunda versión, ya observaremos que cambiará la expresión “cursilerías” por “barrabasadas”. (En el original, es el término smancerie que es reemplazado por vulgarità, lo que nos obliga a presentar la debida aclaración: aquí y allá, nos hemos atribuido la libertad de optar por una traducción más libre, buscando reproducir por medio de un léxico popular el modo de habla propio del poeta italiano, imaginando qué palabras hubiera usado un estudiante en nuestras tierras rioplatenses. Otras líneas decidimos conservarlas en su idioma original. Los lectores sabrán perdonar este capricho autoral.) Este reemplazo lexical, creemos, es un intento del Mariani por acentuar cierto sentido de autodesprecio, y, con ello, presentarse ante los lectores (o ante sí mismo) de una forma más penosa o conmiserativa. Lo que puede parecer un intercambio lexical menor, es sumamente relevante si observamos la fluctuación del personaje a lo largo de las siete versiones y, principalmente, de aquello que va identificando como el objeto de su frustración, desplazando la mira a cada momento.
Un elemento no menos importante es la presentación de este supuesto libro perteneciente a una época anterior a la relatada, y el hecho de que lo ubique en un lugar privilegiado como lo es la oración de apertura.
La primera versión acaba intempestivamente, dejando el final abierto. Pero ya tempranamente, en la versión que sigue, se introducirá la instancia presente de enunciación, aquel tiempo presente dentro de la cual el personaje está contando. Aquí, parece haber soñado con su amada, lo que le trajo todas aquellas reminiscencias y, además, le despertó el deseo de buscarla en redes, como harían muchos jóvenes, para saber algo de ella.
Ayer la busqué en redes. Ha pasado poco más de un año, no es tanto, es verdad. La noche anterior tuve un sueño con ella. Era algo erótico, pero, sobre todo, romántico. Así son los sueños más tristes. Como dice aquella canción, Last night I dreamt that somebody loved me. En el sueño, ella me escribía, y su novio, con quien iba a casarse próximamente, la sorprendía mientras ella leía mi respuesta. Yo la veía sonreír con la luz de la pantalla que le acariciaba las mejillas, y entonces él le hacía toda una escena de celos. Yo habría hecho lo mismo en su lugar, creo. Antes, o después, teníamos relaciones (en el sueño, claro). Pero, como ya dije, hacía más de un año que no soñaba ni nada con ella, ni mucho menos la veía. La había superado o eso creí. Por eso me sorprendió su irrupción en el sueño. Me pregunté qué sentido tendría, y decidí entonces buscarla en redes. Parece feliz. Está de novia, cambió de trabajo y tiene un nuevo grupo de amigos o de compañeros de trabajo con quienes parece que hizo un viaje. Sigue yendo a la facultad. En una de sus publicaciones más recientes, escondida entre una seguidilla de fotos varias, la veo posando, con un libro abierto en las manos. Lo reconozco enseguida. Es el mío. Mi colección de poemas, editado en lomo negro con letras blancas, tipografía Times New Roman y un dibujo de mi propia mano.
Hay que tener mal gusto, pienso. Luego apago el móvil y me tiro a la cama.
Como vemos, en este nuevo párrafo el poeta denuncia el uso que su amada ha hecho de aquel obsequio —una metáfora de sí mismo y de cómo se siente, creyéndose utilizado por ella. Empieza y concluye el cuento con un mismo elemento resignificado: el libro como producción y el libro como producto, como objeto de fetiche.
La segunda de las versiones ya presenta marcas de correcciones y sugerencias con una intensidad y extensión mayores que las restantes que, no tenemos duda, sí realizó el mismo Mariani. Luego de un análisis grafológico, a través del cual logramos identificar ciertos rasgos característicos, creemos que el poeta debió confiarle su manuscrito a algún tutor o escritor más avezado, probablemente de género femenino y de una generación anterior. La prolijidad, la redondez y la menor presión de los trazos nos condujeron en esa dirección. Otro elemento clave, además de lo estipulado por el análisis grafológico, es el empleo de un vocabulario específico, propio de una maestra de lengua y literatura, conocedora de términos retóricos y gramáticos. La segunda y tercera versiones, además, constituyen la única pareja que no ha variado demasiado su estructura, ni conceptualización, más allá de su ortografía y estilo. Aun así, los comentarios de esta supuesta maestra de literatura, no se circunscriben a lo ortográfico o a lo estilístico. Sino que formulan preguntas en torno a la omisión o a la inclusión de algún dato en particular, como, por ejemplo, la situación emocional del narrador. “Quisiera verlo y oírlo más a él”, reza en uno de los márgenes, en letra manuscrita púrpura. Si bien estas valoraciones no tuvieron un efecto reconocible en la versión inmediatamente posterior, sí parece haber influido en el carácter del poeta y, en particular, en las decisiones que tomara hacia el final del texto, particularmente para la versión #6, en las que el énfasis está puesto, más que en los eventos acontecidos, en el narrador y en su autodestrucción no explicitada.
En la versión #4 ya empiezan a asomar algunas valoraciones de tipo estético y en relación a la belleza como concepto, dentro del relato. Particularmente, el narrador parece castigarse, por medio de interrogaciones retóricas, el no haber tenido éxito con su amada y, en cambio, dedicarse a volcar sus sentimientos en el texto, condenado a perfeccionarlo, y sufriendo por ello. Lo vemos en el siguiente fragmento:
La palabra 'belleza' [fascinazione], en realidad no le hace justicia. Siento como si, al pronunciar el sonido de la ye seguido del de la zeta [quando pronuncio il suono della sci seguito dalla zió], asomara por las comisuras de mis labios una secreción viscosa y amarillenta. Y nada más lejos de lo que ella representaba. Es más, tal vez mi propio libro esté más cerca de esa belleza aceitosa, como la que evocaría la fotografía de un Big Mac, muy a pesar de mi insoslayable impronta literaria. O eso es lo que pienso ahora, cuando releo esas metáforas tan antinaturales, esos sonetos vetustos carentes de forma y gracia, esas aliteraciones que casi rozan lo ofensivo y ese empleo deliberado del metro regular como declaración de principios. He aquí, nada más y nada menos, como podrán notar, un hombre que se detesta a sí mismo.
Hemos dicho que la escena que prevalece a lo largo de las diferentes versiones es el encuentro del poeta con su enamorada en el parque. Esta escena es la que presenta más variaciones de sintaxis y puntuación, mientras un elemento de fondo permanece intacto: la incapacidad de Mariani para comprender la naturaleza del vínculo. Pareciera que, a través de la reescritura, el autor intentara, sin éxito, rastrear los motivos por los cuales su enamorada no lo eligió finalmente a él. Busca en los gestos más microscópicos las razones del rechazo, casi con la ilusión y la pretensión de revertirlo, como si eso fuera posible. Por ejemplo, en la versión #4:
Unos días después, fui al encuentro con una bolsa vieja de libros de La Feltrinelli. Algo en absoluto atractivo y que, en otras circunstancias y con otros actores, hubiese sido repelente. Pero a ella no parecía importarle. Adentro llevaba mi libro para regalarle y un paquete de bizcochos que compré cuando bajé del ómnibus, porque ella me había avisado que se había levantado tarde y no había almorzado.
La esperé sentado, en uno de los bancos de la Piazzale G. Garibaldi. Ni bien la vi llegar y nos saludamos, me pareció distante, como si se hubiera arrepentido de ir hasta allí. Aunque, algo inédito, se había vestido especialmente para mí o eso creí. Una remera escotada negra y una falda también negra, ceñida, y con un tajo a la altura del muslo derecho. Me pareció sencillamente hermosa: si la intento describir, las palabras no me alcanzan. Nos sentamos bajo el sol de invierno, rodeados de algarrobos y pinos. Ella había traído una manta de color amarillo claro con flores y la tendimos juntos. La manta era pequeña, de modo que quedamos sentados muy cerca uno del otro, tocándonos rodilla con rodilla. Me dijo que le había costado llegar. Yo había creído que vivía más cerca y me quise disculpar por haber elegido ese parque. Pero no tuve tiempo.
Me cuesta mucho expresarme por lo general. Y más con mujeres. No sólo que me cuesta, sino que tampoco he tenido mucha oportunidad de probar mis habilidades orales. El resultado es siempre el mismo: vacilar al seleccionar palabras, dejar oraciones inconclusas, tartamudear, quedarme en blanco, etc. Pero a ella no parecía molestarle. Incluso, se sentía atraída, o eso creí. Me dejaba hablar, me daba tiempo, era paciente. En especial, cuando le confesé que era una de las primeras veces que mantenía una charla confesional de ese tipo. Que me sentía como alguien muy extraño en general, como una especie de Jack the Ripper [sic original]. Ella me miró con mucho asombro y me dijo algo como "Che strano, ti vedo super normale".
Luego ella me contó…
El presente estudio, como hemos adelantado, tiene la intención de hallar en las diferentes versiones de un material textual, ciertos indicios capaces de traer a la luz el vaivén y las alternancias en la psiquis de un joven herido de amor.
Observando la versión #5, no podemos dejar de sentir cierta congoja y desazón respecto a que el autor hubiera decidido no continuar en la dirección propuesta por esa parte de sí mismo que nosotros consideramos más luminosa. Porque lo que viene después, en las versiones #6 y #7 es realmente aterrador. O, por lo menos, revela cierta sordidez en su carácter aparentemente romántico, dulce y enamoradizo. Consideramos que, si alguna de todas estas versiones hubiera sido difundida con anterioridad, quizás se habrían evitado muchos padecimientos. Aunque, desde luego, no queremos establecer un vínculo tan directo entre la narración de un evento, con las dificultades que ello implica, y el delito del que fue hallado culpable Mariani. Tampoco creemos tener una respuesta tan definitiva a un problema que recién empezamos a vislumbrar. Tal vez, en una próxima entrega analicemos el casi restringido acceso de los jóvenes poetas al circuito literario oficial y su efecto en ellos, hoy por hoy.
La reescritura #5 es de las más experimentales y lúdicas. Creemos que el autor pudo haberse distanciado de su propia vivencia tan dolorosa y haber hallado paz simplemente permitiéndose jugar con diversos recursos lingüísticos y literarios. Está compuesto a la manera de una enumeración, del estilo “razones para olvidarla”. Transcribimos los ítems más sobresalientes:
1. Ella abre la puerta e ingresa a mis sueños. No sé si quiero que sea la última vez.
3. Los poemas propios son como las propias manos. Las mías, tan blancas y delgadas. Las detesto.
7. Eso dicen los que saben. Que uno busca lo que no tiene. Y que, si no lo tiene, intenta crearlo.
8. La sensación es la siguiente: que estoy a punto de desintegrarme. Que una simple ventisca puede fácilmente resquebrajar mi cuerpo y dispersar por el aire los átomos que se supone lo conforman.
12. Me digo: todo tiene un tiempo. No, no es verdad. El tiempo no existe.
14. Comparo: las líneas de mis poemas a las curvas de su nariz o de su cogote o de sus mejillas con forma de plastilina o de calabaza, o al caracol de su oreja.
19. Llevo adherido a la piel un saco rotoso y polvoriento que impregna las palabras. Creí que ella me iba a ayudar a deshacerme de este saco.
24. “Ti ho portato qualcosa”, le digo y le doy mi libro. Lo hojea, lo abre por la mitad. “Che bello”, me dice y nos damos un beso (de cachete) y yo aprovecho y le hago una caricia en la espalda, en la piel, cerca del bretel.
25. ¿Era un lunar o una marca de acné?
29. Cerca de la P.za Luigi Pirandello, pienso en si hice bien al obsequiarle mi libro. Quizás la presioné demasiado. Al subir al ómnibus, me entero de que no tengo saldo. El chofer me deja pasar. “Solo perché è weekend e oggi gioca la Lazio”, me dice.
La evolución formal y conceptual habla por sí sola. De nuevo, es una lástima que el joven autor no se haya dejado llevar por esta interpretación tan particular del relato, al punto de llegar a concretarla. Tanto por el espíritu libre que asoman por entre estas líneas, como por el camino que tomó después.
Pasemos a ocuparnos del último grupo conformado por las reescrituras #6 y #7. La variación entre las dos es de grado además que de forma. La #6 ya deja entrever el deterioro físico y mental del autor. Y la #7 lo lleva al paroxismo, eliminando todo signo de puntuación, suprimiendo el noventa y ocho por ciento de las antiguas palabras. Sin duda, obedeciendo a una serie de decisiones estéticas, habitualmente asociadas a las corrientes futuristas o dadaístas. Este sería su último intento de expresar por escrito una ilusión de erosionar los propios recuerdos, antes de pasar a intentar la destrucción de los mismos en un plano material. Queda patente, además, la evidencia de un grave consumo de estupefacientes por parte del autor, en especial de cocaína, como se verá.
Leamos el párrafo inicial de la variación #6, cuyo tono, tan sórdido, sin duda nos hará echar de menos la dulzura de las versiones previas:
Cómo, digo entre moqueos, con la voz afónica, cómo fue que hace un segundo se me fue todo a la mierda. Ella: abre la puerta e ingresa a mis sueños: blancos, digo: no: la quiero dejar entrar, digo: no: no debería. Me sorprende: su irrupción, hace más de un año que no sueño con ella, ni la veo, ni sé nada: de ella. Digo: creía que era un asunto terminado. Pregunto: Si no me habría metido yo mismo en este mismo sueño. Los poemas propios son como las propias manos. La sensación: que una simple inhalada puede resquebrajar mi cuerpo y dispersar por el aire los átomos que: lo conforman. Ser borrado por… ¿quién o por qué? Es probable: ese sentimiento me llevó a obsequiarle mi colección de poemas. Moqueo: otra línea: hipótesis: con ella a mi lado, no habría tenido la necesidad de crear nada. Ni de destruir: nada: tenerla, ser aceptado, me evitaría el dolor de su ausencia. Insisto: todo tiene un tiempo. No, no es verdad. Niego: con las muelas. Belleza: no, las palabras no: no le hacen justicia. ¿No ves? Comparo: con un cuchillo: metáforas, senos, aliteraciones, metro, declaración: He aquí, nada más y nada menos: un libro: escrito por un ente aborrecible y desdentado. Fustazos en la espalda, demasiado duro: conmigo mismo. Sus ojos: aún me paralizan: blancos: pero antes eran: dorados: Escribo o escribía: poemas buscando plasmar belleza por plasmar belleza por: medio de la palabra. Plasmar: belleza. Pensar: belleza. En vez de apretujarla entre mis brazos y las palmas y armar. Sucede: tardo en darme cuenta de que me está seduciendo. Pero…
Conociendo los hechos posteriores, resulta muy triste imaginarnos al poeta redactando estas líneas, manipulando las versiones previas, destrozando su propia voz, concibiendo o dándole lugar, casi sin noción y soporíferamente, a los planes del futuro.
Creemos que no debieron de haber pasado muchos días entre esta redacción y la siguiente. Leamos la última variación en su totalidad, ya versificada:
irreal y desperdiciado
de apañarme entre fantasmas
moqueos resuellos ronquidos
a un jardín y del jardín al cielo
que no blanco ni turquesa
ni hacía un segundo como la luz sin pestañar
Claudia
abre la puerta
e ingresa a mis sueños
ahora y para siempre en un estallido blanco
Esta semana, seis meses después de la aprehensión del joven poeta, y al cabo de un procedimiento judicial no exento de polémica e incertidumbre, el Tribunal de Agrigento tiene provisto dar a conocer su fallo. Se decidirá si Severino Mariani es inocente o culpable, y en qué grado. Se lo acusa de los siguientes cargos: Intimidación pública, Daño agravado (con grado de tentativa), Tenencia ilegal de armas y Alteración del orden público. Parecieran existir evidencias suficientes como para señalarlo principal y único responsable del atentado contra el Centro de Estudios Universitarios de Agrigento acaecido el pasado 18 de octubre. Su blanco particular resultó ser el aula a que el poeta solía asistir para cursar junto a su compañera de estudios, Claudia Elisa Esposito. Si la acusación final lo hallara culpable, en el transcurso de los siguientes días se iniciará su trasladado al Penal de Agrigento.
Fuentes cercanas revelan que el abogado defensor mantiene conversaciones con la esperanza de conseguir una reducción, sino una anulación, de la pena. Su argumentación se asienta principalmente en el hecho de que el prontuario del joven poeta se hallaba limpio. Además, tal como lo demostró la evaluación psiquiátrica oficial, la mente de Mariani no presenta signos de querer ocasionar un daño a ser humano alguno. El atentado ocurrió a las tres de la mañana de un domingo, y los testigos más cercanos, según consta en el acta, fueron una pareja de jóvenes que, al momento de la explosión, estaban besándose en un banco de plaza a más de trescientos metros del predio universitario. A primera vista, habrían declarado, creímos que se trataba de fuegos artificiales.