El grito en el mar

pero ese grito que lleva el viento
y empuja hacia delante
viene de un lugar que está más allá
por encima del sueño
Philippe Soupault, Hacia la noche

Dejame contarte cómo fue para mí. Porque vos decís que me ofreciste de fumar y que yo te lo rechacé. Que entonces dije algo como No, gracias, no quiero ver elefantes volando. ¿Eso es lo que dije? No recuerdo que haya sido exactamente así, pero puede ser, es algo que mi yo del pasado hubiera dicho. El tema es que te ofendí. ¿Eso fue? Creíste que, en vez de al faso, era a vos a quien estaba rechazando. Mirá: te pido perdón si fue así, sinceramente, pero ahora dejame contarte cómo fue para mí.

Esa noche estábamos sentados en las mesitas de cemento en la placita de ese pueblito de Brasil, todo en diminutivo porque éramos jovencitos (esto también es como vos decís que fue, ¿no?). Estábamos de vacaciones, los dos con nuestros viejos. Nos conocimos en la playa. Vos eras de la capital. Yo, del conurbano. Y no, no es que haya tanta diferencia en ese sentido. Al fin y al cabo, a los dos nos daba para viajar a Brasil. Quién te dice que a mis viejos no les iba mejor.

Vos no sabías quién era yo. Yo quizás me había hecho una idea de vos, apenas te vi. Porque te vi, antes de que te acercaras, ¿sabés? Vi cómo tu vieja todavía te ponía protector solar en la espalda. Eso me dio ternura. Y esperé que te acercaras. Porque me di cuenta cómo me mirabas, cómo entrabas al mar justo cuando yo lo hacía y te quedabas nadando por ahí. Nadabas perrito, no crawl. Pero te metías a lo hondo para impresionarme (y enseguida volvías con cara de ahogado, como si quisieras ir a contarle a alguien que el mar te había intentado absorber), o desaparecías bajo el agua por unos segundos. No te miento si te digo que me preocupaba. Estará bien este pibe, decía. Luego te veía salir y tirar un chorrito de agua con la boca, hacia donde yo estaba.

Unos días después, entramos al agua con mi hermana. Ella me hacía chistes sobre vos cuando nos estábamos por ir a dormir en las camas marineras, pero muy desde la ingenuidad, sabés. Ella pateaba el colchón de arriba y me decía, ¿Dormís, Agus? Y yo le decía, Uff, qué pesada, nena, ¿qué querés? Y después se reía como una tonta y me hablaba de vos y lo mucho que se notaba que me gustabas. Qué te hacés, si te re gusta, me decía.

Ese mediodía, vi que te habías metido al agua. Seguramente te preguntaste si yo te seguiría. Entonces, la agarré del brazo a mi hermana y nos metimos cerca de donde vos estabas. Nos viste venir, con los ojos entrecerrados a causa de la luz del sol, metiendo la cabeza hasta la nariz, ocultando tu rostro. Luego miraste hacia otro lado y nadaste un poco. Entonces le dije a mi hermana que se hiciera la ahogada. Ella se quejó, pero al fin me hizo caso. Empezó a gritar y a sacudir los brazos, y yo te pedí que por favor la ayudaras. Hacía pie y todo la boluda, y no puedo creer que caíste. Por suerte, porque, si no, jamás te habrías acercado, ¿no? Fijate lo que te costó, al final. Aunque tampoco cambió mucho, te das cuenta. Porque ¿quién hace todo eso para que un chico le hable? Realmente me pregunto si querías hablarme. Lo habrías hecho, si no.

Las próximas veces que nos vimos, ya hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Me compraste una caipirinha. Antes le pediste guita a tu vieja, yo me quedé esperando por ahí y vi cómo te fulminó con la mirada, frunciendo los labios. Luego viniste corriendo y nos fuimos lejos de nuestras familias y la compartimos. Fue mi primer trago, ¿no me creés? Nos metimos al mar, pero en una parte donde nunca habíamos estado, ahí donde al atardecer se armaba una olla, junto a las piedras, y yo hacía como que me acercaba y te tocaba la rodilla con la planta del pie y luego te pedía perdón. Esa mirada tan tímida que tenías, con la que ponías tanta distancia. Casi como si yo no fuera digna de vos…

Luego, nos vimos por la noche. Me acuerdo que los dos le tuvimos que preguntar a nuestros viejos si nos dejaban salir. Habíamos quedado en la placita, junto a la iglesia. Allá son más coloridas, no como las de acá. Si uno de los dos no aparecía a las 11, después de pasear por el centro con nuestros viejos, era porque no nos habían dejado. Por suerte, teníamos la excusa de que nos habíamos hecho de un grupo de amigos brasileños que conocían la zona. ¿Te acordás de ese que tocaba temas de los Beatles? Iba todo andrajoso, pidiendo guita, pero cantaba lindo. Canciones como para enamorarse, ¿no? Una noche se fue por el monte y no lo volvimos a ver.

¿Te acordás del fogón que había esa noche que te digo? Música, alegría, fiesta estrellas fugaces, un carnaval, la vida manifestándose… Nunca volví a sentir eso, ¿sabés? ¿A vos te pasó lo mismo? ¿Por qué tardaste tanto, entonces? Te juro que no lo entiendo. Yo me mostraba tan dispuesta y vos… ni bola, nene. Te sujeté de la mano, entrelacé mis dedos con los tuyos, pero vos me soltaste y te cortaste solo.

Ya era tarde cuando volvimos. Debían de ser las tres o las cuatro de la madrugada. Nos sentamos en las mesitas de la plaza con el brazuca. Él te pasó un fasito, le diste unas secas y ahí fue cuando, según vos, yo te lo rechacé.

Quería que vieras lo que se sentía.

Después, ya la noche estaba muerta y no volvería a revivir. El poco alcohol que habíamos tomado había perdido su efecto y yo, por lo menos, me sentía agotada. Agotada de vos, ¿sabés? Porque te hacías el lindo, pero después no te la bancabas. Te dije ¿Por qué caminás así? ¿Así cómo?, me preguntaste. Como si tuvieras un palo en el orto, nene, te respondí.

Me fui al re contra re carajo. Eso sí lo recuerdo. Tu mirada fue tan triste.

Algunos se metieron al bar a jugar al pool. Al sinuca, te acordás. Y vos observabas las bolas sobre el paño, como absorto. Está bien, quisiste jugar a que eran planetas, muy metafórico todo. Yo me fui a ver el mar. Esta es la parte que vos no conocés. Me quedé ahí, viendo la espuma fosforescente sobre la superficie del mar, las olas yendo y viniendo, acariciándome los pies. Me había pintado las uñas de distintos colores para esa noche, ¿sabés? Y entonces te vi ahí, abstraído, bobo, mirando cómo los otros jugaban.

Grité tu nombre, una dos, tres veces, y mi voz se perdía en el mar. Vos te hacías el que no oía, seguías hablando con el Brazuca (¿de qué hablaban? ¿Qué podía ser tan importante?). Está bien. Querías caerle simpático, quizás era como una figura paterna para vos, qué sé yo. Éramos pibes, es verdad. ¿Tanto te ofendió que te rechazara el faso? ¿O qué fue lo que te cayó mal? Creíste que, en vez de al faso, te había rechazado a vos. Te entiendo. ¿Sabés que tuve una época, como a los veintipico, en que me drogué bastante?

Y yo, como una loca, seguía gritando tu nombre, esperando que vinieras (no había huellas en la playa y quería que las nuestras fueran las primeras). Pero vos seguías hablando con el Brazuca. ¿Qué habrá sido de ese? Me acuerdo que nos contó que el padre se ponía en pedo y lo fajaba. ¿Te acordás que nos dejó entrar a su casa? Qué raro, justo ahora estoy teniendo un déja vu. O como se escriba. Vos también, ¿no?

En un momento de la noche, luego de infinitas partidas de pool, te dijo Si no vas a ir vos, voy yo. No los oí, pero me di cuenta porque vos levantaste el hombro indiferente, como superado, como si no tuvieras apegos emocionales y lo viste levantarse y venir a preguntarme si me ocurría algo que gritaba tanto y luego tomarme de la mano y llevarme hasta las rocas, a nuestro lugar. Ahora me hiciste llorar, nene.

Esa fue la última vez que nos vimos. Al otro día viajábamos de vuelta a Buenos Aires, cada uno a su propio mundo.

Conocí hombres muy malos después de eso, ¿sabés? Uno de ellos me lastimó mucho. Casi me mata en dos ocasiones. Mirá la marca que me dejó en el muslo el condenado. Y otra acá en el cuello.

Sabés que entiendo eso que decís, que para vos el tiempo no pasó. Y eso de que buscás cerrar una herida del pasado, sí, totalmente. Por un tiempo lo sentí. Pero para mí son siglos. ¿Que cómo es? No sé, qué querés que te diga. No es que no me importe, eh. Es que pasó mucho tiempo. No te sientas mal. Todos estamos un poco solos. Hay algo que no entiendo, igual. Eso que me decías por mensaje acerca de que te gustaría escribir sobre nosotros: ¿qué es lo que quisieras escribir?

Invitame un café en cafecito.app