Presentación

El libro nació en el marco de un taller dictado por el escritor y docente rosarino Pablo Colacrai durante febrero de 2025. El taller llevaba el título de “Las formas del cuento” y se apoyaba fundamentalmente en la Tesis postulada por Piglia, aquella que analiza cómo “las dos historias” (lo dicho y lo no dicho, la pregunta y la respuesta, lo explícito y lo implícito) se conjugan de manera diferente en los cuentos de Poe, Chéjov y Kafka.

De los tres escritores analizados en el taller, el que más sirvió a mis fines narrativos y expresivos fue Poe. Pude releerlo, pero, esta vez, con una hoja de ruta en las manos. Seguí, también, las huellas de su forma hasta Borges, Cortázar, Quiroga y Castillo, y pude apreciarlos más desde esta nueva lente. A su vez, di con Liliana Heker, Bioy, Marco Denevi, en nuestras tierras, y, por ejemplo, el gran Andrés Caicedo de Colombia.

De Poe, tomé, por un lado, el recurso formal del Final Revelador y, por el otro, el del Narrador Poco Fiable (todo ello organizado alrededor de la unidad de efecto). Engañar al lector, engatusarlo, hacerle creer que lo llevamos por un camino, para revelar que no era así. No sin antes dejar alguna que otra pista, claro.

De Cortázar tomé la posibilidad de formularme preguntas acerca de la narración, a la par que narraba, y volcarlas, lexicalizarlas, sobre el texto, sin perder de vista la intriga y la revelación final. Un rasgo que luego hallé también en Borges. Este aditivo me llevó a elegir, como protagonistas, personajes vinculados al arte de contar historias: escritores/as, pintores, actores.

Luego di con un ensayo acerca de la poética de Castillo, que describía un rasgo que a su vez puede ser hallado en Borges, Cortázar y Poe: el concepto de “autofiguración”: incluirse a sí mismos como protagonistas de sus historias, si bien con variaciones ficcionales importantes. Me parecía interesante proponer ese mismo juego con la única diferencia de que yo soy un escritor ignoto.

Por esos tiempos, me llegué a interesar por el mito de Pigmalión y, también, por Matilde debe morir de Cristian Acevedo, que me condujo a Niebla de Unamuno, a Seis personajes en busca de autor de Pirandello y a Si una noche de invierno un viajero… de Calvino.

A través de la composición del libro, pude comprender íntimamente la labor de los escritores mencionados. Como si hubiera tenido la dicha de que me visitaran aquí, a mi habitación y me susurraran consejos. Decidí, por esa razón, introducir epígrafes como huellas intertextuales que, a su vez, permitieran a los lectores seguir indagando en cuentos de este tipo. Hay una intención casi insoportablemente didáctica en ello, producto de mi experiencia como coordinador de talleres de escritura. Es decir, mostrar las posibilidades de la relectura y de un análisis formal profundo de cuentos de otros autores. Este libro es, a fin de cuentas, una compilación de reescrituras.

Hay algo más que reúne a los cuentos y que tal vez sea más evidente: el tema del romance y del erotismo. El libro nació como una forma de canalizar la casi imposibilidad de reunirnos amorosamente en el mundo hipertecnologizado de hoy.

Decía T. S. Eliot: “Los poetas en agraz imitan; los maduros roban; los malos estropean aquello de lo que se apropian, y los buenos lo convierten en algo mejor o, al menos, diferente”. Juro que lo intenté, Eliot.

Posdata: ante la dificultad de hallar editorial, probablemente por las características de estos tiempos tan difíciles, decidí publicarlo aquí, no en formato libro, sino en formato .html, con libre acceso. Diseñé la web de forma que sea lo más similar a un libro, y no haya distracciones. Si disfrutaste los cuentos y quisieras colaborar, aquí podrás hacerlo:

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